Según las últimas estadísticas del INE en el año 2011 las empresas de tratamiento de residuos gestionaron 2,5 millones de toneladas de residuos peligrosos, la mayor parte de ellos generados en actividades industriales. En este baile de cifras, el sector de la educación juega un papel que puede parecer pequeño ya que apenas supone un 0,2% sin embargo es posible que nuestra opinión cambie si pensamos en la función social de las organizaciones educativas.
En el último informe de revisión del sistema de gestión ambiental de la UPV correspondiente al año 2013 se indica que hemos generado más de 100 toneladas de residuos peligrosos lo que acentúa la tendencia de crecimiento que viene manteniéndose desde el año 2010. Podemos dar a estos datos una lectura positiva ya que indican claramente que los productores gestionan cada vez mejor estos residuos, pero cabe preguntrse en qué medida se está transmitiendo al alumnado la idea de que el mejor residuo es el que no se genera.
Posiblemente la mejor forma de educar sea a través del ejemplo, por eso es importante que los propios docentes y técnicos de laboratorio incluyan en sus prácticas habituales la preocupación por el medio ambiente y la eficiencia en el consumo de recursos, pero ¿sabemos hasta qué punto nuestros productores de residuos peligrosos se sienten inclinados a buscar alternativas más respetuosas con el medio ambiente? ¿hasta qué punto se están aplicando y transmitiendo a los alumnos buenas prácticas para minimizar el uso de los recursos y por tanto los residuos generados?